Tuxpan, Ver. a 10 de Julio de 2011
Sí, el turbante con el que Julio Gómez se convirtió en el héroe de la batalla ante los alemanes es un aviso, un aviso de la corona que el próximo domingo la Selección Mexicana Sub-17 podría estarse ciñendo por segunda ocasión en su historia y de paso hacer que millones de mexicanos rocen la gloria y saboreen el exquisito adjetivo de ser los mejores del mundo.
Hace más de dos años comenzó un camino que muy pocos conocen, un camino en el que nada estaba escrito y mucho menos se acercaba al éxito. Hoy, tras arduos meses de trabajo, los 21 seleccionados, el cuerpo técnico y el propio Raúl Gutiérrez tienen la posibilidad, no de escribir una historia, sino de convertir en una auténtica leyenda lo acontecido desde el pasado 18 de junio cuando el balón mundialista comenzó a rodar en tierras aztecas.
Han sido seis encuentros en los que el Tri Sub-17 ha escrito capítulo a capítulo un cuento que muy pocos creerían con tan sólo escuchar y no ver, pero es exactamente en eso, en la creencia y en la fe en donde radica la verdadera esencia de este seleccionado, pues con pocos reflectores fueron construyendo un castillo que ahora deslumbra a cualquiera que se acerca.
Ante Corea del Norte, México comenzó perdiendo apenas al minuto 3 de partido; el coraje, la insistencia y el amor propio le hicieron voltear el rumbo y llevarse sus primeros puntos en el Mundial. Ante Congo, quizás fue el juego en el que la confianza se convirtió en exceso, pero el futbol alcanzó para en los últimos cinco minutos romper la paridad y lograr otra victoria. Holanda representó quizás el momento con más dudas en toda la competencia, pero un engrandecido Richard Sánchez y la suerte del campeón provocaron que el Tri se encontrara con dos goles que merecía muy poco pero que sirvieron para lograr una Fase de Grupos perfecta.
Contra Panamá, la autoridad del Gigante de la CONCACAF bastó, ante Francia el futbol apareció y lo hizo para oscurecer en todo momento a la presencia física y hasta la rudeza que antepusieron los galos y por si hacía falta, el corazón y el amor propio hizo acto de presencia para enmarcar una estampa que quedará en la memoria colectiva de los mexicanos, no sólo de los aficionados al futbol.
Pero la perfección total aún está pendiente, restan 90 minutos ante un Uruguay que nunca se achica y ante un pletórico Estadio Azteca que ha vivido miles de partidos esperando este momento. Parece un ser sin vida, pero la realidad es que en sus más de 40 años ha soñado, a través de las más de cien mil cabezas que acoge, con la posibilidad de ver a sus hijos, aquellos que lo erigieron convertirse en los mejores del mundo, justo en su sagrada cancha.
Nunca antes un duelo había sido tan esperado. Nunca antes 11 mexicanos se habían acercado tanto a la perfección y de paso habían transmitido su confianza a los millones que estarán atentos a lo que acontezca el próximo domingo en el Coloso de Santa Úrsula. Pero no podemos olvidarnos del rival, si hay alguna Selección que nunca se intimida y cuya grandeza la encontró en gran parte por sobreponerse a esos escenarios es la Garra charrúa.
Uruguay partirá con su historia por delante y con el corazón sudamericano que lo ha puesto en la elite mundial en los últimos meses. Sin embargo, el presente nos ha demostrado que no hay nada que el futbol, la suerte o el corazón azteca de los 21 seleccionados mexicanos pueda superar.
El Tri está nuevamente a 90 minutos de convertirse la mejor Selección de todo el mundo. Una historia que ya conocemos, una leyenda que está a punto de escribirse y una costumbre que ha comenzado a convertirse en una sana costumbre.
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